Muchas personas hoy en día viven de acuerdo con el refrán «ojos que no ven, corazón que no siente». En otras palabras, «lo que no sé, no me concierne». Desde el principio de la Creación, la gente desea evadir su responsabilidad ante Dios empleando el pretexto de «la ignorancia». Para ilustrar esta forma equivocada de pensar, muchos en los países de habla inglesa suelen decir: «ignorance is bliss», lo cual viene a ser algo como «ser ignorante es ser dichoso». A veces se emplea este refrán para referirse a la infancia. Dicen algunos que cuando eran niños (con menos conocimiento) eran, en realidad, más felices. Lo malo consiste en traer esta mentalidad a nuestra vida como adultos y pensar que estaremos mejor sin conocer la Voluntad de Dios.
Como otra evidencia de como muchos se escudan detrás del argumento de la ignorancia, cito a continuación una conversación que tuve hace algunos años con un amigo de Barcelona. Un día decidí hablarle del evangelio y de la esperanza de estar con Dios después de la muerte. Este señor, ya de edad avanzada, se tapó los oídos en medio de la conversación y exclamó: «¡No me hables más! ¡No quiero preocuparme por esas cosas!» Mi amigo pensaba, sin duda, que si no sabía nada del tema él podría seguir viviendo felizmente y «quizá» esa misma ignorancia le pudiera salvar de cualquier apuro en el más allá. De esta manera, muchas personas piensan que la mejor forma de morir es «no sabiendo nada». «Así,» razonan equivocadamente, «Dios no podrá pedirme cuentas de lo que hecho con mi vida.» Piensan que este pretexto le bastará a Creador del universo y podrán entrar inmediatamente en Su morada eterna nada más al presentar este argumento.
¡Pero la Biblia dice todo lo contrario! Un día todos tendremos que dar cuenta de lo que hayamos hecho con nuestras vidas, «sea bueno o malo» (2 Cor. 5:10). ¡El rehusar conocer este hecho no nos ayudará a evitarlo en el futuro! Tal como en el tiempo de los cristianos del primer siglo, los hombres ELIGEN conocer ciertas cosas e ignorar otras. El apóstol Pedro menciona en su segunda carta que aun había personas en su día que ignoraban VOLUNTARIAMENTE que Dios destruyó por agua a la gente desobediente en el tiempo de Noé (2 Ped. 3:5). La ignorancia de la Voluntad de Dios es una ELECCIÓN. Algunos, para esquivar su responsabilidad ante Dios, nos preguntan: «pero, ¿qué del pobre africano o del indio de la selva amazónica que nunca ha leído la Biblia?» No obstante, lo que desea hacer tal persona es evadir su PROPIA RESPONSABILIDAD ante Dios. Él no es «el pobre africano o indio». Conocer la voluntad de Dios está A SU ALCANCE, como también está al alcance de usted y la está leyendo en este mismo instante.
En varias ocasiones Jesús nos dice en el Nuevo Testamento: «El que tiene oídos para oír, oiga» (Mateo 11:15; 13:9; 13:43). ¿Quiénes, pues, son los que tienen oídos? Todos, por supuesto. Dios, que es el Creador del oído, quiere que hagamos uso apropiado de este miembro del cuerpo para saber cual es Su Santa Voluntad. No se haga usted «el sordo» cuando se presenta la oportunidad de conocer mejor la Palabra de Dios. Cada uno es responsable de oír y de entender lo que Dios le dice en la Biblia (Mateo 15:10; Efesios 5:17). ¡En el Juicio Final no habrá pretexto que valga!